Por: Salvador Saliquet y Jaume Matamala
exalumnos del GALATEA
Acuarela de Manuel García García |
Teniendo un nombre mitológico quisieron los dioses que fuera librado del letal desguace. Pasé 16 veces por el Cabo de Hornos y navegué por todos los mares, con 4 viajes de circunnavegación confiando solamente en el aire y mis velas.
En 1922, me compró la Armada Española nombrándome "Buque Escuela Galatea", por lo que tuve que enseñar a novatos marinos a subir descalzos a mis palos, desplazarse por mis vergas, a vestirme con 2800 metros cuadrados de trapo, baldear mi cubierta, ensayar mis pitadas y conducirme con la caña.
Con el balanceo de mis andares curé del mareo a mis jóvenes marinos, les forjé carácter, les dí bonanzas y noches azules adornadas con estrellas. En 1960 dejé de navegar porque las fuerzas me faltaban. Me llegó la jubilación en el año 1993. Pero aquella España que llevé en mis entrañas, luciendo la bandera en mi popa con orgullo, en lo mas alto del palo mesana, me abandonó para siempre; vendiéndome por un puñado de perras.
Los ingleses, me devolvieron mi primer nombre "Glenlee" y ya restaurado pasé a ser museo flotante en Glasgow, devolviéndome mi original figura de granero de carga, como si quisieran borrar lo que fui: " Un barco con alma, gran velero de España".